viernes, 4 de enero de 2013

EL LÍMITE TIENDE A CERO


«Los límites de mi lenguaje significan los límites de mi mundo» (Wittgenstein, Tractatus).

«Una persona que se encuentra fuera del mundo no es sensible al dolor del mundo» (Milan Kundera, La Inmortalidad).

«Habitar el límite y reconocer nuestra condición fronteriza requiere considerar, además de la ambigüedad del concepto, lo que el límite o limes era para los antiguos romanos: la franja fronteriza de territorio habitable en la que confluían ciudadanos y extranjeros» (Eugenio Trías, Ética y condición humana).


Yo no sabía que al venir aquí llevaría el límite conmigo. En la cara, en la ropa, pegado a la piel, como el frío húmedo de esta maldita ciudad que me está destrozando los huesos.

No lo entiendo, me pierdo con esta gente que habla tanto para no decir nada. Mi hijo es bueno, es sólo que no se da cuenta de las cosas. No es diferente de los demás, conoce a todos los futbolistas y las marcas de zapatillas, pero nunca ha trabajado por un jornal. Vinimos a Francia porque queríamos que fuera así, que ellos tuvieran una educación y una vida más fácil, que conocieran cosas con que nosotros nunca habríamos soñado. Díganme lo que tiene que hacer y lo hará. Yo le haré portarse bien, Souleymane respeta a sus mayores.

No te das cuenta de que te quieren echar, no ves cómo vas a terminar. Mira en la que nos has metido. Eres un niño bobo, en el pueblo te espera tu abuelo con las cabras, a ver a quién mandas entonces mensajitos con tu teléfono móvil, si ni siquiera hablas bien el idioma. Haz caso, no ves que te están preguntando.

Voy a hablar yo. Tradúceme.

“Señores, Souleymane es un buen chico. Hace los deberes, cuando puede ayuda también a sus hermanos a hacer los deberes. Cuando tiene tiempo me ayuda a mí, incluso a fregar los platos”.


¿Desde el punto de vista del alumno? Si se ha portado mal, pónganle un castigo severo y Souleymane lo cumplirá.

Su padre lo manda al pueblo, qué va a ser de él, la última vez que estuvimos allí se empeñó en fumigar los animales del corral con el matamoscas…Habla, hijo, diles que tú quieres venir al colegio. Discúlpate, no seas memo, no ves que tú también tienes el límite en la cara, que da igual a donde vayas. No te das cuenta de que estás en la frontera y más allá no hay nada, sólo el calor que te aplasta como un manto de plomo hasta que no te puedes levantar del suelo. Tú has nacido aquí y no puedes comprenderlo.

Cómo que no sabes qué decir. Traduce.

 “Señores, Souleymane es un buen muchacho y queremos que estudie. Por cualquier cosa que haya hecho mal, yo les pido perdón de su parte, en su nombre”.

Perdón, perdón por todo lo que haya podido hacer o decir, perdón por haberles ofendido y haber hecho una herida a su compañera. Me humillo todas las veces que haga falta, no me importa, estoy acostumbrada. Es mi hijo y lo quiero aquí, tiene que terminar sus estudios y buscar un buen trabajo, llevar una vida recta como le hemos enseñado su padre y yo. No lo pueden dejar fuera; ustedes no lo ven, pero vivimos a un paso de las dunas…

No entiendo el problema de la identidad, pero sé lo que es acostarme sin cenar y que se haya muerto la cabra, y levantarme por las mañanas con el cuerpo lleno de picaduras de las chinches. Yo he visto morir a mi hermana de un día para otro, dicen que fue por el agua que bebió del otro pozo. Tú eso no lo has conocido, Souleymane, Dios sea alabado. Yo quiero que tengas ordenador y hagas gimnasia en el colegio, y te enseñen idiomas, llevarte al médico si te pones enfermo. Ya sé que hay que tener cuidado, es muy fácil que un muchacho como tú se pierda, con ese cuerpo de hombretón que estás echando cuando no eres más que un crío. Igual de grande por fuera eres de niño por dentro.

Si yo pudiera aprender como tú, así iba a estar yo… Estos señores con sus papeles y sus palabras huecas, no los entiendo. Souleymane se ha portado mal, impónganle una tarea para que se corrija. Y ese profesor, es demasiado joven, la culpa también es suya. A los chicos hay que enseñarles cosas útiles, no a hacer fotografías con el móvil ni a perder el tiempo. Mi hijo dice que es majo. A ver si es verdad, porque casi ni nos ha mirado…

Qué le vamos a decir a tu padre, qué va a ser de ti si te manda a Mali. Dice que aquí eres un niño, pero que en cuanto pongas el pie allí serás un hombre. Pero qué vas a hacer tú sólo, si no sabes nada de la vida. Yo quería que estudiaras, eres inteligente, sólo que no te aplicas. Si tu hermano pudiera encontrarte algo… Todo este camino para al final volver al mismo sitio.

A ver qué nos dicen. No quiero ni pensarlo. Qué han dicho.


Me lo imaginaba. Como si no los conociera.

 “Buenos días, señores”.


María J. Uzquiano

Grupo de Artes Plásticas y Visuales + Educación Física



2 comentarios:

  1. Ufff.... genial, me has dejado sin palabras. Excepcional ejercicio de toma de perspectiva y excelente extensión del término límite, de la metáfora del muro, corporeizada en este caso, por el lenguaje y los rasgos raciales, los elementos culturales-contextuales. Genial síntesis de las dos asignaturas, vaya que sí.

    Gracias por las citas, conocía la primera (que siempre me ha gustado mucho) pero no las otras dos.

    Gracias por el post-comentario ;)

    Alejandro

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  2. Hola, Alejandro.

    La cita de Kundera es mucho más expresiva leída en su totalidad, no sé muy bien por qué la acorté en su momento:

    «El que el planeta Marte no sea más que un único sufrimiento donde hasta las piedras gritan de dolor, no puede conmovernos porque Marte no forma parte de nuestro mundo. Una persona que se encuentra fuera del mundo no es sensible al dolor del mundo.»

    Me alegro de que te haya gustado, después de escribirlo pensé que se me había ido la pinza y dudé mucho sobre si colgarlo o no.

    Saludos,

    María J. Uzquiano

    Grupo de Artes Plásticas y Visuales + Educación Física

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