lunes, 3 de diciembre de 2012

Los cuatrocientos golpes (Les quatre cents coups)

Quiero compartir un análisis muy chulo sobre la película los 400 golpes del otro día. Espero que os guste y me escribáis muchos comentarios.
Un besito a todos de M. Bel FA



















Movido por un interés personal, François Truffaut construye una fábula sobre una existencia que bien podría parecerse a la suya. Es precisamente una de las particularidades de la Nouvelle vague, movimiento en el que se inserta esta obra francesa de finales de la década de los 50: partir de una historia realista para llegar a un autoconocimiento personal; un análisis psicológico, que no tiene por qué ser objetivo.
Los cuatrocientos golpes, título que procede de la expresión en francés “faire les 400 coups”, que viene a describir a aquellas personas que llevan una vida desordenada y fuera de la moral establecida, es precisamente un retrato psicológico que pretende explicar la pérdida de la inocencia de un preadolescente en un París burgués y constreñido por costumbres opresivas.
Antoine Doinel es un hombre y es un niño. El personaje central de la película es un ser vagante, sin rumbo, infantil por su falta y deseo de afecto, maduro por su aceptación de la realidad, por su clara conciencia de lo innegociable, del desprendimiento y de la disposición a la fatalidad que ronda en todo lo que se mueve. En ese sentido, su madre supone el contrapunto: una mujer fuerte, como los personajes femeninos que construye Truffaut, pero excesivamente ególatra e irreflexiva.







El director consigue trasladar al espectador la opresión personal a través de planos muy cerrados, donde las propias cabezas se salen de la pantalla, con personajes (y la mayor parte del tiempo, Antoine) como seres encerrados en unas circunstancias. El montaje ayuda a este propósito: en cada secuencia Truffaut cuenta las peripecias de Antoine, que está lleno de nobles intenciones, como no decepcionar a su familia, empresa que se torna imposible a cada día y, posteriormente, alejarse de su hogar para ganarse la vida por su cuenta para no causar más problemas. Es decir, la sucesión de acontecimientos le hacen ser quien es, sin posibilidad de rebelarse contra ello, porque cualquier intento por su parte acaba en un fracaso.

Paradigmática es la escena en la que Antoine se ha escapado de casa de noche y deambula por París. Roba a hurtadillas una botella de leche y comienza a bebérsela. En ese escenario, parece un ladrón que emerge de la oscuridad, un ladrón completamente adulto, pero a la vez con gesto inofensivo. La botella de leche, que se agota a cada sorbo y que se coloca en la zona de luz, es un objeto simbólico de la inocencia y de esa infancia que empieza a resquebrajarse por los golpes de la vida. En ese montaje influye lo que aportó Welles al cine, ya que toda la película está al servicio de las sensaciones y de las intenciones marcadas.
Truffaut obliga al espectador a tomar partido y a que se compadezca del Antoine a través de la expresividad de las imágenes, del blanco y negro, de los planos cortos, de la opresión de las localizaciones. La compasión provoca un retrato subjetivo, pero certero, sobre el protagonista: un antihéroe, un niño de buen corazón cuya mala fortuna hace que el resto de personajes lo perciban como dañino y despreocupado.
http://laplantadejara.wordpress.com/2011/05/14/los-cuatrocientos-golpes/


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