lunes, 17 de diciembre de 2012

Reforma y cambio en educación en tiempos difíciles

Sobre las conferencias y mesas de debate (13 y 14 de diciembre de 2012).

Cada vez que se habla de la progresiva reducción del sistema público, de potenciar a los emprendedores (el lenguaje puede ser muy perverso; la frase cambia radicalmente si sustituimos la expresión por “trabajadores autónomos”), de la importancia de la excelencia, etc., creemos que estamos viviendo una americanización de la sociedad española en términos generales. A veces resulta un poco injusto comparar España con los EEUU porque se trata de escalas muy diferentes, aunque se suele mostrar aquel país como un modelo del que raramente se mencionan sus aspectos negativos (que los tiene).
Los EEUU son una nación construida sobre la iniciativa individual. Desde hace años, especialmente en lo que a la educación se refiere, lo público es sinónimo de mala calidad por sus escasos recursos y por ser el lugar al que acuden todas las personas con pocas posibilidades económicas. Eso tiene también mucho que ver con el desarrollo de la enseñanza “en casa”, al margen de la defensa a ultranza de la libertad individual por parte de determinados sectores de la población. En el descanso que tuvo lugar durante las conferencias del primer día, una componente del grupo habló de una amiga americana que contaba que, cuando su madre fue a matricularla en la escuela pública del barrio, salió del centro con tan mala impresión que decidió educar a su hija ella misma.
El hecho de que los costes de cualquier acción no recaigan en los bolsillos de los ciudadanos es algo loable para la mayoría de los norteamericanos (el fund-raising es una práctica común ya en el mundo universitario) y de lo que se muestran orgullosos. Cuando uno de los ponentes del primer día contaba que la educación debe estar regida por principios generales basados en una franja cultural compartida, pensábamos que precisamente ésa es una de las cosas que fallan en aquel sistema, donde dicha franja cultural es tremendamente estrecha, lo que provoca que en determinados distritos escolares pueda negarse el evolucionismo, por ejemplo. En cambio, se potencia al máximo la especialización desde la escuela hasta la educación superior, lo que proporciona resultados muy brillantes y, al mismo tiempo, gente muy formada con unas carencias personales y sociales que para nosotros resultarían inauditas.
Volviendo al caso español, otra de las componentes del equipo comentó el caso de una amiga que tiene un hijo de 8 años y que asiste a un colegio privado. Ella trabaja y, al llegar a casa por las tardes, tiene que sentarse a ayudarle a hacer los deberes porque el niño es un poco desastre. Cuenta que las madres de sus compañeros le insisten en que debería haberle apuntado a clases de apoyo, como han hecho todas, a lo que ella responde que ya paga bastante por el colegio y que no entiende qué hace su hijo durante todas las horas que permanece en él, porque cuando se pone a ayudarle a diario se da cuenta de que no ha aprendido nada. Este ejemplo enlaza con lo que se debatió el primer día: integrar es demasiado complicado, de modo que se busca la solución individualizada y menos problemática. En lugar de exigir lo que debería ser una obligación por parte del centro educativo, se acude directamente a las academias o al apoyo extraescolar, lo que a su vez genera otro tipo de negocio.
En relación con lo que se expuso en las mesas de debate y tras los comentarios surgidos dentro del grupo, nos gustaría plantear en este foro las siguientes dudas:
-         ¿Hasta qué punto la fragmentación de los contenidos tiene que ver con los intereses del mercado editorial, por ejemplo? Porque entendemos que si un niño tiene trece asignaturas en lugar de siete, el número de libros de texto que tienen que comprar sus padres crece en proporción similar.
-         Si realmente avanzamos hacia un sistema donde lo que prima es la elección del cliente (es decir, de los padres), habrá unos centros muy demandados (de mejor calidad) frente a otros que tenderán a desaparecer porque sus malos resultados los irán relegando progresivamente. En consecuencia, los mejores centros verán aumentada su ratio de alumnos. ¿Cómo prevé gestionar eso la nueva ley? La proporción de alumnos por clase ya ha aumentado y aunque los directores de los centros “de calidad” elijan a los alumnos “de calidad”, siempre habrá algunos que tengan más dificultades de aprendizaje que otros en determinadas materias y que requieran de una atención más individualizada. ¿Cómo se puede conjugar una cosa con otra? ¿Recurriendo de nuevo a la iniciativa privada y al “mercado” de apoyo extraescolar? ¿O construyendo más centros privados en suelo que ahora es público…?
-         En el caso de la educación superior, ¿se sabe cómo van a gestionar las universidades el acceso de los alumnos? ¿Cada universidad va a hacer un examen propio? ¿Qué va a ocurrir con las tasas y los plazos?
-         En lo referente a la evaluación de los centros de la que se habló el segundo día, ¿es imposible realizar una evaluación externa de la educación? Entendemos que una cosa es que ésta sea utilizada únicamente para elaborar un ranking competitivo, e incluso que los indicadores puedan estar mal elaborados, pero suponemos que la educación pública (al igual que la sanidad, por ejemplo) ha de estar sometida a control y que la evaluación es el primer paso para determinar sus puntos débiles. Un profesor o un médico puede tener muy buenas intenciones y no estar capacitado, o no tener ni idea de cómo hacer bien su trabajo. ¿No es lícito exigirle algún grado de responsabilidad, sobre todo teniendo en cuenta que en algunos casos se trata de funcionarios que han obtenido una plaza prácticamente de por vida? ¿Es siempre culpa del sistema, que no prepara a los profesionales adecuadamente? ¿Es imposible corregir definitivamente las malas prácticas?
Muchas gracias.
GRUPO DE ARTES PLÁSTICAS Y VISUALES + EDUCACIÓN FÍSICA

2 comentarios:

  1. Personalmente pienso que gran parte de la culpa del tremendo fracaso escolar que nos enseñaron el primer día de las conferencias viene dado por la incompatibilidad de horarios entre padres e hijos.
    Me refiero a que, a veces, por mucho que unos padres intenten estar encima de sus hijos, no pueden. Lamentablemente vivimos en una sociedad en la que ya no es suficiente con que uno de los padres lleve un sueldo a casa. Llevamos unos horarios frenéticos incompatibles con los de nuestros hijos. ¿Cómo evitar "aparcar" a los niños en el colegio hasta las siete de la tarde si ni el padre ni la madre llegan antes de esa hora a casa? Y encima, da gracias por tener trabajo, aunque tardes una hora en llegar a él.
    ¿No tendríamos que empezar por ahí? ¿por terminar nuestra jornada laboral a la hora que salen nuestros hijos del colegio? De esta manera el trabajo de los padres en la educación de los hijos sería realmente eficiente. Al menos tendrían tiempo para ello.
    No me extiendo más que esto tiene mucha chicha.
    Nos vemos esta tarde.

    Laura Lozano
    Grupo Artes Plásticas y Visuales - EF

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  2. Hola, Laura.

    Estoy completamente de acuerdo contigo. Cuando yo volvía a casa de pequeña, mi madre siempre estaba allí, dispuesta a prepararme la merienda y a ayudarme con los deberes si hacía falta. También es verdad que cuando llegaba mi padre (a una hora razonable), lo primero que me decía era: "Primero el trabajo, luego la diversión". Y yo me lo creí...

    Eran otros tiempos y otra generación, más acostumbrada al esfuerzo sin necesidad de grandes recompensas. Esto me recuerda también lo que vimos en clase sobre la conciliación familiar: mantener un orden doméstico y vital, encargarse de que los niños se alimenten adecuadamente, prestarles atención, organizar las visitas al médico, llevarles a natación... en definitiva, ESTAR AHÍ, es una ocupación a jornada completa. Lo curioso es que, cuando contratas a otra persona para que lo haga, le pagas un sueldo, mientras que si te ocupas tú, es gratis.

    Yo reconozco que no me gusta nada ser ama de casa, ya me cuesta ocuparme de mí... Es una labor ingrata, aburrida y muy poco reconocida (sólo se aprecia cuando no se ha hecho), por eso valoro muchísimo el hecho de cuidar de los demás, creo que llegará un día en que tendrá que entenderse como un trabajo más. Por el momento, tienes razón, no sé cómo se puede conjugar la actividad profesional con tener hijos. El teletrabajo, consistente en que cuando has terminado de dar el biberón a las tres de la mañana enciendes el ordenador, o en hablar por el móvil con un cliente mientras enseñas al niño a atarse los zapatos, tampoco me parece una solución, no creo que los resultados sean satisfactorios para nadie.

    A lo mejor, la respuesta pasa por aprender a vivir de otra manera y asumir que hay que renunciar a unas cosas por otras, sin grandes traumas. Ni idea.

    Feliz Navidad.

    María J. Uzquiano
    Grupo de Artes Plásticas y Visuales + Educación Física

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